La mejora continua
La mejora continua es más fácil de implantar de lo que parece, lo único que hay que hacer es entender que las cosas no tienen por qué funcionar bien a la primera y dejar el orgullo a un lado, o mejor aún, enterrarlo bien hondo. La mejora continua se hace desde la humildad, requiere darnos cuenta de que no tenemos que saberlo todo y que, para aprender, lo mejor es preguntar. Pero preguntar con ganas, queriendo entender, y volviendo a preguntar cuantas veces haga falta. Cuando creamos entenderlo, volveremos a echar mano de la humildad y nos iremos a un rincón de la empresa y haremos un prototipo, algo fácil y barato para ver si lo hemos entendido bien. Los experimentos se hacen con gaseosa. Con nuestro prototipo haremos las pruebas para confirmar que funciona la idea y ya podremos salir de nuestro escondite y llevarlo al centro de la empresa para hacerlo a lo grande. Y volveremos a echar mano de nuestra humildad y recordaremos que ninguna idea nueva funciona bien a la primera. Por eso hay que medir, medir mucho, medir con ansias para encontrar la anomalía y corregir lo que haya que corregir y aguantar las ironías que haya que aguantar hasta que funcione perfectamente. Y una vez estemos satisfechos habremos alcanzado el ÉXITO. Y después de unos breves momentos tiraremos otra vez de la humildad para darnos cuenta que, en realidad, se puede mejorar.
La clave interna es la humildad para tener criterio y la clave externa es el tener un buen cuadro de mandos para medir. Desde CDN trabajamos mucho los cuadros de mando desde una triple perspectiva, la perspectiva de la mejora del servicio al cliente, la perspectiva de la competitividad con otros distribuidores, y la perspectiva de la rentabilidad financiera de la logística.